"Da bronca cuando dicen que el equipo B de Boca no sirve. Y hace dos meses los pibes éramos la mejor opción y todos unos fenómenos...".
Hay un debate latente, presente en el hincha xeneize, en la calle, en el trabajo y en el bar. Un debate que da para largas discusiones. Porque es como el dilema del huevo y la gallina. ¿Qué fue primero? Los pibes de Boca son buenos por sí mismos, como lo demostraron en la Copa Sudamericana 08. O los pibes de Boca juegan bien dentro de un marco que les ofrece resguardo, insertados de a uno o dos en un equipo titular con funcionamiento aceitado, y no en la dura realidad de este torneo.
A pesar de que hace tres años se dijo que el dilema del huevo y la gallina fue resuelto por trabajo en conjunto de un científico, un filósofo y un avicultor, la respuesta al interrogante futbolero que hizo saltar a Pablo Mouche en una charla con Olé es difícil de dilucidar y genera distintas opiniones. "Somos pibes que estamos empezando y no jugamos siempre juntos", agrega Mouche, a modo de justificación a que las cosas no salen cuando les toca jugar en el Clausura. Y Riquelme los defiende: "Los chicos le ganaron dos clásicos a River y hacían de a tres o cuatro goles. Dos meses después decimos que el técnico no hace las cosas bien, que esos jugadores no están para reemplazar a los titulares".
Si bien el distinto rendimiento de un semestre a otro es real y se refleja en calificaciones y goles de pibes como Forlin, Roncaglia, Gaitán, Mouche, Noir y Viatri, en la búsqueda de razones hay dos vertientes: 1) Es lógico en los juveniles un bajón post debut; y 2) hoy les toca jugar en un contexto complicado, con Boca cerca del fondo y casi sin grandes que los respalden entre los 11. Y en este último punto es que Ischia encuentra una explicación: "Lo que pasa es lógico. Cuando el equipo anda bien, entra cualquiera (con un partido ó 50) y tiene muchas más posibilidades de cumplir. Y cuando las cosas no van bien, es más complicado para el joven, la responsabilidad puede pesar demasiado. Y por algunos partidos malos o discretos no vamos a pensar que no sirven más. Hay que tener paciencia".
El problema es que paciencia, justamente, en Boca no suele haber. Y por la alta exigencia, no queda otra que entrar y brillar.
Fuente: Ole
Hay un debate latente, presente en el hincha xeneize, en la calle, en el trabajo y en el bar. Un debate que da para largas discusiones. Porque es como el dilema del huevo y la gallina. ¿Qué fue primero? Los pibes de Boca son buenos por sí mismos, como lo demostraron en la Copa Sudamericana 08. O los pibes de Boca juegan bien dentro de un marco que les ofrece resguardo, insertados de a uno o dos en un equipo titular con funcionamiento aceitado, y no en la dura realidad de este torneo.
A pesar de que hace tres años se dijo que el dilema del huevo y la gallina fue resuelto por trabajo en conjunto de un científico, un filósofo y un avicultor, la respuesta al interrogante futbolero que hizo saltar a Pablo Mouche en una charla con Olé es difícil de dilucidar y genera distintas opiniones. "Somos pibes que estamos empezando y no jugamos siempre juntos", agrega Mouche, a modo de justificación a que las cosas no salen cuando les toca jugar en el Clausura. Y Riquelme los defiende: "Los chicos le ganaron dos clásicos a River y hacían de a tres o cuatro goles. Dos meses después decimos que el técnico no hace las cosas bien, que esos jugadores no están para reemplazar a los titulares".
Si bien el distinto rendimiento de un semestre a otro es real y se refleja en calificaciones y goles de pibes como Forlin, Roncaglia, Gaitán, Mouche, Noir y Viatri, en la búsqueda de razones hay dos vertientes: 1) Es lógico en los juveniles un bajón post debut; y 2) hoy les toca jugar en un contexto complicado, con Boca cerca del fondo y casi sin grandes que los respalden entre los 11. Y en este último punto es que Ischia encuentra una explicación: "Lo que pasa es lógico. Cuando el equipo anda bien, entra cualquiera (con un partido ó 50) y tiene muchas más posibilidades de cumplir. Y cuando las cosas no van bien, es más complicado para el joven, la responsabilidad puede pesar demasiado. Y por algunos partidos malos o discretos no vamos a pensar que no sirven más. Hay que tener paciencia".
El problema es que paciencia, justamente, en Boca no suele haber. Y por la alta exigencia, no queda otra que entrar y brillar.
Fuente: Ole
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